Según comienzan a comprobar diversos estudios científicos, cambios concretos en nuestra conducta, el ejercicio físico y técnicas como la meditación, tienen el potencial de gatillar modificaciones perceptibles en el curso de unos pocos años: la capacidad mental, la forma en que nos relacionamos con otros y nuestra personalidad, pueden así "moldearse a nuestra voluntad".
La meditación y el ejercicio, incluso, probaron en recientes estudios que logran modificar el volumen del cerebro en áreas relacionadas al autocontrol, la memoria, el estrés y las capacidades cognitivas.
Un ejemplo corresponde a las últimas investigaciones que han revelado que el ejercicio físico ayuda a desarrollar áreas del cerebro relacionadas con funciones cognitivas complejas. La Universidad de Illinois (EE.UU.) realizó este año un experimento con jóvenes atletas y jóvenes sanos que no practicaban deporte de forma regular. En un ambiente de realidad virtual que simulaba una ciudad, ambos grupos debían mostrar su habilidad para cruzar una calle repleta de tráfico y sometidos a muchas distracciones.
Los atletas tuvieron un desempeño significativamente mayor, pero no por cruzar más rápido como se pudiese pensar -debido a su habilidad física-, sino por "pensar" más rápido: lograban filtrar de manera más efectiva los estímulos irrelevantes.
La misma universidad decidió ver si esto se debía a cambios físicos en el cerebro. Para ello analizaron los cerebros de niños que realizaban actividad física versus otros que no, usando resonancia magnética. En dos estudios los deportistas mostraron tener más desarrollado y "mejor conectado" el hipocampo y los ganglios basales, lo que se relaciona con una mejor capacidad intelectual y rapidez mental.
Otro estudio realizado por la Universidad de Northwesterm, EE.UU., probó en un experimento con roedores que el ejercicio disminuye en 50% la acción de una proteína responsable de disminuir la capacidad de las neuronas para regenerarse a medida que envejecemos.