"Una persona dice, en promedio, tres mentiras cada 10 minutos", le comenta el doctor Lightman a un sospechoso de terrorismo acusado de colocar un artefacto explosivo en un lugar público. El especialista quiere incomodarlo, ver sus reacciones. Pero aunque el sujeto se resiste a entregar información, Lightman no necesita palabras para descubrirlo todo. "La verdad está escrita en el rostro de cada persona", sentencia.
Mientras le menciona lugares donde cree puede estar oculta la bomba, pequeñas pistas involuntarias van revelando la verdad: un esbozo de sonrisa casi imperceptible. No, el acusado está confiado, así que no es allí. Luego pregunta por otro lugar y esta vez un nuevo gesto involuntario denota preocupación. Eureka! La bomba es descubierta. Se salvan cientos de vidas.
La escena forma parte del primer capítulo de la recién estrenada serie de FOX, Lie to Me (Miénteme, que llegará a Latinoamérica el segundo trimestre de este año), protagonizada por el actor Tim Roth e inspirada en el trabajo del único profesional en el mundo capaz de percibir si una persona está mintiendo con solo mirarla. Paul Eckman (sicólogo, 68) lleva una década trabajando con agencias de inteligencia de EE.UU. y es consejero del FBI. ¿Su labor? Sentarse frente a frente con violadores, asesinos y terroristas para escucharlos mentir.
¿SON LOS GESTOS UNIVERSALES?
Aun cuando los criminales ni siquiera abran sus bocas, rapidísimos gestos que demuestran placer, rabia, pena o disgusto, que en su mayoría pasan desapercibidos para el resto de los mortales, para este sicólogo clínico demuestran una verdad que el rostro no puede esconder.
Son las llamadas microexpresiones faciales, gestos involuntarios que duran centésimas de segundo y que pueden revelar el estado anímico que queremos ocultar. Y es allí precisamente donde se encuentra la mentira.
Pero no fue de un día para otro que Eckman desarrolló esta habilidad para reconocer mentirosos, que se estima posee apenas el 0,1% de las personas. El sicólogo pasó cinco años estudiando en Africa y recorrió también países como Argentina, Brasil, Chile, Nueva Guinea y Papúa. Así pudo comprobar la teoría que lo había obsesionado toda su vida: que las expresiones humanas son universales.
No fue una tarea fácil. Por aquellos años la corriente dominante en sicología decía que las expresiones eran aprendidas, vale decir, no eran sino una manifestación cultural. Paul Eckman ha relatado en numerosas entrevistas que famosos antropólogos lo ridiculizaron debido a sus postulados: "La gente pensaba que yo estaba loco, que todas mis ideas eran erradas", cuenta.
Pero el sicólogo no se dio por vencido. Incluso Darwin había escrito un tratado sobre la universalidad de las expresiones humanas, cien años antes. Fue así, de obstinado, que Eckman llegó a establecer que los seres humanos tenemos seis tipos de expresiones, que son universales para todos: neutralidad, enojo, disgusto, determinación, alegría y tristeza.
Sobre la base de estas expresiones básicas, que son generadas por la acción de 43 músculos faciales, el especialista descubrió que se pueden esbozar cerca de 3.000 microexpresiones involuntarias. Todas relacionadas con algún estado de ánimo.
Son estas "claves" las que aprendió a descifrar Eckman, con tal éxito que sus análisis se consideran más confiables que el polígrafo, la máquina conocida como "detector de mentiras". No es de extrañar considerando que el dispositivo detecta respuestas fisiológicas concretas, como incremento de la presión sanguínea, estrés, respiración y sudoración. En otras palabras, detecta si la persona está ansiosa sobre lo que está contando. Y un mentiroso entrenado sabe controlar su ansiedad.
MICROGESTOS FACIALES
Pero por muy controlado que sea el mentiroso de turno, las micro expresiones terminarán delatando sus intenciones. Y también sus acciones. Eckman enseña a centrarse en algunas claves. Por ejemplo, un hombre que le dice a su amante que dejará a su esposa y, acto seguido, se rasca la nariz. Este gesto revela que está ocultando algo y es común en la mayoría de los hombres.
Igual cosa una persona que, con toda la convicción del mundo, asegura no ser culpable de algo, pero mientras lo hace encoge sus hombros: es su cuerpo que está contradiciendo el discurso. La mirada también puede traicionarnos. Cuando interrogamos a alguien acerca de algo que ocurrió, de manera involuntaria el sujeto desvía la vista para recordar. El mentiroso, en tanto, "vomita" su discurso porque tiene todo aprendido y no tiene que explorar en sus recuerdos.
Otros gestos indesmentibles: las cejas oblicuas denotan tristeza y, según Eckman, es una de las emociones más sinceras y difíciles de ocultar para los seres humanos; la mano sobre la cabeza es señal de vergüenza, al igual que arrugar la pera.
También el lenguaje distante. Bill Clinton, por ejemplo, cuando renegó de su relación con Mónica Lewinsky diciendo "no tuve sexo con esa mujer. Al día siguiente, Eckman habló con sus asesores y les hizo ver los "errores" del Presidente.
La risa forzada también se puede reconocer. Esta involucra menos músculos que una risa espontánea. Así, cuando la risa no es auténtica sólo se mueve el músculo entre la boca y el pómulo. La verdadera risa involucra también los músculos del contorno de los ojos. Eckman enseña todas estas técnicas y dice que cualquiera las puede aprender. Cobra US$ 35 mil por cinco días de sesiones y asegura que la precisión llega al 95%.
MENTIRAS POR HORA
Pero la mentira es democrática. De hecho, se estima que una persona normal llega a contar hasta 18 mentiras por hora. La sicóloga estadounidense Bella de Paulo, de la U. de California, es otra de las expertas que más ha estudiado la mentira. Revisó más de 300 investigaciones y ha realizado varios estudios sobre la materia. Algunas de sus conclusiones indican que el 23% de las personas miente sobre un romance, 21% sobre dinero, 21% sobre logros personales o sentimientos y el 7% sobre su identidad.
1. MITOS Y VERDADES
Las personas que mienten no miran a los ojos, se complican cuando les preguntan detalles, esquivan la mirada y tienen un discurso entrecortado. Estas son algunas de las conductas que la mayoría de la gente asocia con la mentira. Absolutamente falso, dicen los expertos. Un verdadero mentiroso planea su discurso cronológicamente, mira directamente a los ojos, no pierde ningún detalle y jamás mira hacia el lado, ese es un recurso de la memoria real. Lo que sí hace es tocarse el pelo como si quisiera alisarlo y mueve las manos como si le molestaran los dedos. Una forma de pillar una mentira es pedirle a la persona que relate el mismo discurso pero al revés. Como no existe memoria, tiene que inventarlo todo de nuevo, por lo tanto, se pierde y no puede hacerlo. En cuanto a los estereotipos, la gente suele creerle más a los que tienen "cara de buenos", como los que se ven más inocentes con rostros de niños o se muestran extrovertidos y muy transparentes.
2. LA CIENCIA DEL ENGAÑO
El primer detector de mentiras fue diseñado al inicio del siglo XX, por el sicólogo William Marston. Curiosamente, es el mismo hombre que más tarde saltaría a la fama como el creador del personaje "La Mujer Maravilla". El instrumento ha estado desde entonces en el centro de la polémica y su efectividad ha sido siempre cuestionada. Científicos de la U. de Pennsilvania trabajan en un sucesor, mucho más afectivo, llamado "no mientas". Este analiza las áreas del cerebro que se iluminan cuando alguien miente. Sus estudios han descubierto que son tres las áreas acusadoras: la corteza anterior cingulada, que monitorea los errores la corteza dorsal lateral prefrontal, que controla el comportamiento, y la corteza parietal, que sensibiliza los impulsos.
3. LOS CUATRO TIPOS DE MENTIRAS
Mentiras comunes: Son aquellas que se dicen cotidianamente. El 75% de las personas las usa de manera frecuente según encuestas. Son aquellas típicas excusas para justificar atrasos u olvidos imperdonables.
Mentiras serias: Se estima que el 25% de las personas acude a ellas con frecuencia. Corresponde a engaños más complejos, como ocultar consumo de drogas o relaciones sentimentales paralelas.
Mentiras autocentradas: Corresponde a aquellas mentiras que la persona dice para protegerse a sí misma. Por ejemplo, para evitar pasar una vergüenza o para no cumplir un compromiso indeseado.
Mentiras piadosas: Son una de las más comunes y su función es proteger a la persona a la que se le está mintiendo. Como no contarle a una mujer que su marido la engaña.
4. LOS HOMBRES SON LOS QUE MAS MIENTEN
No son ellas, las mujeres, las que más recurren a la mentira. La sicóloga Bella de Paulo ha descubierto, a través de numerosas encuestas, que son los varones quienes llevan la delantera en el engaño. Pero el foco de la falacia masculina no son las mujeres como muchos creen, sino que más bien otros hombres. El 66% de los encuestados reconoce que les miente a sus amigos, colegas y otros hombres. El 58% de ellos, en tanto, reconoce mentirle a su mujer con frecuencia, en especial para evitar ser descubiertos. Y ellas, por su parte, también les mienten a ellos, pero menos: el 50% reconoce que lo hace y siempre para protegerse de algo. La proporción que reconoce mentirles a sus amigas también es más baja y llega sólo al 35%.