las áreas más prometedoras están relacionadas con aspectos de la vida mental, donde el budismo tiene una amplia experiencia: la empatía o capacidad de sintonizar con el otro, la habilidad para fijar la atención en un solo objeto, los sueños lúcidos, entre otros.
"Todo esto puede ayudar a dar origen a una sicología positiva", recalca Wallace. A su juicio, el estudio de la mente en Occidente ha estado orientado al diagnóstico y tratamiento de enfermedades, llegando a establecer más de 300 cuadros clínicos. Sin embargo, poco se dice sobre el estado normal y los diferentes caminos para cultivar niveles excepcionales de salud mental. En este último tema, tradiciones contemplativas como el budismo tendrían mucho que aportar.
El reverso de la moneda es que los budistas nunca desarrollaron ninguna teoría sobre el cerebro ni se acercaron mínimamente al concepto de neurona, conocimientos que han ido incorporando, construyéndose así un verdadero diálogo en ambas direcciones.
"Cuales sean los resultados de este trabajo, me alegra que se esté realizando", fue la conclusión del Dalai en su reciente presentación ante cientos de neurocientíficos. "Muchas personas aún consideran la ciencia y la religión como opuestas. Mientras estoy de acuerdo en que ciertos conceptos religiosos se contraponen con los hechos y principios científicos, también siento que la gente de ambos mundos pueden sostener una discusión inteligente, que finalmente tenga el poder de generar una comprensión más profunda de los desafíos que enfrentamos en nuestro mundo interconectado".
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