Wednesday, July 18, 2007


El estilo de liderazgo está cambiado para las organizaciones de nuevo cuño. Siguiendo con la metáfora del bergantín, los miembros de la organización ya no responden mecánicamente y con fe ciega al capitán, sino que estamos ante un modelo de red de colaboraciones basadas en la discrecionalidad responsable, donde el mejor ejemplo, más que una malla de dos dimensiones, es una retícula multidimensional de nudos de tamaños diversos enlazados por cuerdas de desigual flexibilidad, longitud y grosor. Ahora, cada incentivo o cada escollo genera respuestas diferentes en carácter o intensidad en cada actor. El gobierno de esta retícula se logra más por inducción, convencimiento y liderazgo que por fuerza directa.

En esencia, las organizaciones que aprenden se diferencian de las que sólo se adaptan, en que se instruyen sobre el modo de adaptación y lo cambian cuando es necesario. El aprendizaje constituye el factor de competitividad más relevante para la innovación. No se trata sólo de asimilar a partir de la experiencia, sino que en especial utilizar la observación del entorno para irse adaptando con él. El aprendizaje lleva a cuestionar las formas adquiridas de dar respuesta a los nuevos desafíos que el entorno plantea mediante respuestas innovadoras. Frente a un ambiente en cambio, dinámico y a veces turbulento, la única estrategia posible es aprender. Es decir, desarrollar la capacidad de transformarse con el aprendizaje. Éste es el que garantiza la adaptación exitosa. De otra forma, el cambio resultará en una navegación errática y sin horizonte, que tendrá como inexorable final otra forma de zozobrar.

En la búsqueda del aprendizaje, muchas organizaciones saben establecer el ciclo de error-corrección, como fases de mejora continua, pero en verdad ¿cuántas organizaciones son capaces de repensar el por qué de una determinada actividad o por qué se hacen las cosas de determinada forma? No plantearlo lleva al aprendizaje a convertirse en un espejismo. El éxito frente a determinadas situaciones puede llegar a constituirse en germen de futuros fracasos si no existe un cuestionamiento constante a cómo y con qué herramientas enfrentamos los nuevos retos. Quizás las respuestas otrora exitosas que se esgrimen ante nuevos problemas no son las adecuadas. Nos tenemos que plantear críticamente si estamos haciendo las cosas bien. Por ello, la gestión del conocimiento se está constituyendo no en una opción, sino en necesidad de las organizaciones modernas. Cómo crear, almacenar, sistematizar y difundir el conocimiento constituye una pregunta ineludible en cualquier organización actual. Esta capacidad de observación y experimentación es una condición de sobrevivencia para las organizaciones del futuro, sean éstas del ámbito privado o público.


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