Saturday, September 22, 2007


El tercer orden de orden es el del mundo digital. Ya no hay límite a la cantidad de información. Al contrario, mientras más información tenemos, mejor; como lo muestran los tags que ordenan el desorden de Flickr o del.icio.us. iTunes nos ayudó a entender que la pieza es una unidad musical mejor que el CD. Apenas era un principio. "Al permitir a los clientes que publiquen sus listas de reproducción y que comenten las de los demás, iTunes nos ofrece tantas formas de navegar en su inventario como hay humores e intereses de sus clientes". Consecuencia: "debemos deshacernos de la idea según la cual hay una manera mejor que el resto de organizar el mundo".

"En vez de que cada cosa tenga su lugar resulta mejor si se les pueden atribuir varios lugares simultáneamente", escribe Weinberger. Las consecuencias sociales son considerables en la medida en que las clasificaciones tradicionales implican autoridad. La que hace falta para decidir poner un objeto en un lugar y no en otro, para atribuirle una posición en un conjunto en vez de otra. El sistema Dewey de clasificación de los libros traducía al principio una visión estadounidense del mundo. Sus múltiples modificaciones (dieron lugar a la actual Clasificación decimal universal o CDU) sólo corrigieron el problema de manera imperfecta.

El hecho de poder, en el universo digital, encontrar lo que uno quiere sin pasar por clasificaciones rígidas trastoca la posición de los responsables del conocimiento. Si podemos participar desordenadamente en la organización sin paralizar la capacidad de los demás de encontrar, clasificar se vuelve un proceso social.

"Podemos establecer conexiones y relaciones a un ritmo difícil de imaginar antes", escribe Weinberger. "Podemos hacerlo juntos. Podemos hacerlo en público. Cualquier enlace y cualquier lista enriquecen nuestra colección dispareja de cosas compartidas y crea conexiones potenciales difíciles de predecir. Cada conexión nos dice algo sobre las cosas conectadas, sobre quién la estableció, sobre la cultura que pudo establecerla, sobre el tipo de gente a la que le interesa. Así es como crece el significado. Sea porque lo hacemos adrede o dejando huellas por donde pasamos, la construcción pública del significado es el proyecto más importante del próximo siglo".

Weinberger deja de lado, como señala Chris Shioyama en el blog Gyaku.jp, la gran barrera idiomática. Las fronteras se difuminan, pero los idiomas siguen definiendo una geografía real en Internet. Hasta que encontremos eficientes sistemas de traducción automática. Su valor, sin embargo, es que nos ayuda a entender mejor cómo las tecnologías digitales afectan nuestra relación con el conocimiento.

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