Friday, March 31, 2006


La técnica deportiva moderna ha demostrado que el hombre posee recursos fيsicos que aْn estلn lejos de agotarse, y en lo que ataٌe a la inteligencia, el descubrimiento de técnicas mentales y fلrmacos capaces de activar la memoria, la atenciَn, la creatividad y de reducir el esfuerzo cerebral, nos abre perspectivas extraordinarias.




Damasio propone una simbiosis entre la neurociencia y la filosofía para el estudio de los sentimientos

¡Cuidado! ¡Spinoza!

¡Caute! Así reza el epitafio de Baruch Spinoza, en la Iglesia Nueva de La Haya. ¡Caute!, es decir, "¡Ten cuidado!". Es una advertencia estremecedora, sobre todo si sabemos que el cadáver de Spinoza fue sustraído poco después de su muerte, y que en aquella tumba ya no reposa nadie. También el cadáver de Sterne fue robado por un vulgar delincuente, posiblemente para ser utilizado en las clases prácticas de alguna facultad de medicina (¡qué grotesco final para el autor del Tristram Shandy!).

Nadie sabe tampoco qué sucedió con el cuerpo de Spinoza, de aquel filósofo tímido y discreto, que se ganaba la vida puliendo lentes, y que dedicaba su tiempo libre a seguir los pasos de Descartes. Como escribe Antonio Damasio, hay en Spinoza algo que desconcierta y que impide una total comunión con su persona. Aún así, los científicos sienten un extraño cariño por este filósofo, "menos leído que celebrado" como dijo Voltaire. Y el libro de Damasio es una buena demostración de ese afecto, más aún cuando este neurobiólogo portugués ha conquistado un reconocido prestigio, con numerosos premios y distinciones (entre ellos el Príncipe de Asturias de Investigación). Por tanto, el tándem Spinoza-Damasio es muy atractivo, sobre todo si de esa interacción se consigue un acercamiento a la génesis de las pasiones humanas, tanto desde la ciencia como desde la filosofía.

O en palabras de Damasio: "El propósito es sugerir que la sublimidad de lo espiritual está encarnada en la sublimidad de la biología y que podemos empezar a comprender el proceso en términos biológicos".

No obstante, a veces da la impresión que en esta obra se han intentado fundir dos libros, uno dedicado a la vida de Spinoza y otro al estudio de la maquinaria cerebral de la emoción y los sentimientos. Mientras que los capítulos spinozianos son exultantes y conmovedores (qué vida más triste la de Spinoza: su familia perseguida en Portugal por judaizante y después él mismo expulsado de la sinagoga de La Haya por sus herejías contra la religión judía), en cambio las partes dedicadas al estudio del cerebro carecen de esa fuerza. Casi da la sensación que a Damasio aquellos capítulos le aburren un poco y que está deseando volver a la biografía atormentada del autor de la Ética.

Así, algunas páginas son algo prolijas y confusas, con esquemas y figuras inabordables. Incluso en ocasiones nos encontramos con un texto descuidado, que necesita una relectura: "El negocio de los holandeses eran los negocios, y los judíos portugueses trajeron consigo buenos negocios a las provincias holandesas".

En cualquier caso, sus opiniones sobre Spinoza son muy interesantes, y hay que alabar su empeño en unir ciencia y filosofía. En los capítulos más personales, en los que describe su visita a la casa del filósofo y sus emociones ante el pequeño cuarto en el que vivió gran parte de su vida, es donde encontramos las mejores páginas. Pero quizá Antonio Damasio debería haber tenido más en cuenta aquella advertencia spinoziana, aquel Caute! admonitorio de la Iglesia Nueva de La Haya. Porque Spinoza, en fin, se merece mucho más.

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