Saben lo que buscamos en la Red, lo que nos decimos y lo que preferimos. Tienen sobre nosotros infinidad de datos guardados. Por eso es vital que sean tan buenos chicos como dicen. Y despierta sospechas que censuren sus contenidos para lanzar su buscador en China. ¿Qué planes tienen estos treintañeros dueños de un imperio de 100 billones de dólares?
Google es la mayor empresa de comunicación del mundo. Es el sueño de Larry y Sergey, unos tíos de treinta y pocos años, con pinta de enrollados, que gestionan un emporio valorado en 100 billones de dólares bajo el lema Don t be evil, algo así como No seamos capullos o No seamos mala gente. Tras ocho años de un crecimiento empresarial increíble, hay quien se pregunta, sin embargo, si el imperio no está destinado a estrellarse. En otras palabras, ¿el éxito de esta empresa, que permite buscar información en Internet a la velocidad del rayo, le acabará impidiendo ser fiel a los ideales que lo han hecho popular?
La vulnerabilidad de Google quedó patente hace unas semanas cuando los inversores se dieron a la fuga masiva después de que anunciara un incremento de beneficios de sólo el 82 por ciento en el último trimestre de 2005 (inferior al esperado), y también después de lanzar una página en chino claramente sometida a censura. Por si fuera poco, sufre la competencia sin cuartel de poderosos como Yahoo o Microsoft.
Creada en 1998 en un garaje de Silicon Valley, creció con el boom de Internet y siguió haciéndolo después del pinchazo general. El motor de búsqueda, diseñado por Brin y Page cuando estudiaban en Stanford, era mejor que el de sus competidores y, sin marketing, se difundió universalmente por medio del boca a oreja. También es especial por no haberse rendido nunca al lado oscuro: la censura, el beneficio por el beneficio o la combinación de megalomanía y estupidez.
De ahí el escándalo formado por la decisión de Google de lanzar una página web sometida a la censura de las autoridades chinas. ¿Pero a qué coste? ¿Cómo pueden Brin y Page soportar que los navegantes chinos tan sólo tengan acceso a información oficial sobre episodios como la matanza de Tiananmen?
Hay otra pregunta que los pone nerviosos: ¿saben hacia dónde se dirigen? Los observadores tienen la impresión de que la empresa invierte en todas partes, trata de hacerlo todo a la vez y con frecuencia regala sus productos a los consumidores.
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