Una Psicología crítica se puede caracterizar por su intento de promover identidades colectivas. Los grupos de encuentro de mujeres, de indígenas, de homosexuales, de enfermos de SIDA, en que se hace Psicología étnica, o Psicología de género, son precursores en este sentido. Creo que contienen enormes posibilidades de desarrollo práctico y, sobre todo, posibilidades de convertirse en fundamento práctico para la formulación teórica de una nueva idea de la subjetividad, que trascienda los límites naturalistas e individualistas de las nociones clásicas.
Sostengo que una Psicología crítica puede caracterizarse por su vocación por los problemas de la salud pública en la esfera de la subjetividad. La acción consciente contra los efectos de la publicidad y la propaganda, la defensa de las comunidades frente a la manipulación ideológica, la preocupación con alcance social por el problema de las sectas y las drogas, pueden ser ámbitos definidos y ejemplares de prácticas y tareas de tipo teórico necesarias y viables.
En el plano teórico me parece que la línea central de desarrollo debe ser la exploración del concepto de transindividualidad, y de sus implicancias sobre las prácticas posibles del Psicólogo. Desarrollar un concepto transindividual de trauma, llevar la idea de lo social y lo intersubjetivo más allá de las simples articulaciones de individualidades, desarrollar el fundamento, el anclaje en la subjetividad efectiva, de los conceptos de lo femenino, lo solidario, lo comunitario, pueden ser líneas de desarrollo concreto y viable.
Una Psicología dedicada a promover un concepto de subjetividad que trascienda la subjetividad clásica en descomposición, a promover una práctica de intervención psicológica en que el Psicólogo se ubica como un miembro más de una comunidad, dedicado a la producción de una subjetividad colectiva, vinculante, solidaria, dentro de la cual la autonomía pueda tener sentido.
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