Supongamos que usted y yo medimos una habitación y usted concluye que mide 9 metros y yo digo 7 metros. Ese es un conflicto, hemos planteado una contradicción. No importa quién tiene razón, lo importante es darse cuenta de que NO EXISTE la contradicción. No es posible que mida 7 y 9 metros al mismo tiempo. ¿Va viendo en qué sentido no existen los conflictos? Dirá usted, uno de los dos midió mal. A lo mejor no es así y revisamos la medición tres veces e insistimos en nuestros números. ¿Qué está pasando? Es obvio que nuestro avenimiento no vendrá de aceptar un compromiso: digamos que mide 8 metros y quedamos tan amigos. Si aceptamos el principio enunciado, sabremos que esa contradicción es imposible y debemos hacerla desaparecer. Discutir ya ve que no conducirá a avenimiento, porque ambos estamos convencidos de que hemos hecho bien la medición. De repente, a uno de los dos se le ocurre preguntar ¿para qué estamos midiendo? Y las respuestas posibles: calcular si cabe el piano, para lo que medí la longitud en línea recta. Y el otro dice, pero si yo medí el suelo y le sumé la altura del piano, para asegurarme de que entrara.
En el caso anterior vemos que no existía la contradicción, lo que existían eran supuestos que cada uno había hecho y, dependiendo de las circunstancias, era válido uno u otro. Y en ambos casos las mediciones eran correctas.
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