Sunday, April 02, 2006

Si se trata de la reinvención personal en congruencia a las comunidades a las que se pertence , lo relevante es el futuro. El eje del pensamiento y la acción debe partir desde el presente hacia el futuro.

El pasado es importante para los que triunfaron, o para los que ya han sido derrotados.

Los que triunfan requieren, y no pueden evitar hacerlo, de la invención de un pasado. Esta será parte de su legitimidad, de su fuerza.

Los que han sido derrotados, o actúan bajo el peso de la derrota, requieren un pasado que los explique, que diga mínimamente que sus vidas no han sido en vano, que las tendencias muestran que alguien podrá venir luego a redimirlos.

Es obvio decir del pasado simplemente que es. Apenas un milímetro más allá, cualquier contenido que se le atribuya, no es sino una reconstrucción. La objetividad de la historia es estrictamente histórica. Tanto que el pasado puede tener más densidad, más peso, o rotundamente menos, según el lugar en que se encuentre una persona respecto del desafío que lo constituye. El lugar de intentarlo todo, el lugar de haber conseguido lo que de hecho se consiga, el lugar de haber perdido todo... salvo el pasado.


Los que luchan construirán un pasado, y sus hechos se acumulan como materia prima de esa reconstrucción. Pero sólo tendrán auténtico derecho a hacerlo cuando hayan triunfado.

Mientras crean, la vocación por el futuro debe ocupar la mayor parte de su horizonte, sin más legitimidad que sus indignaciones, que su voluntad de construir un estado deseado superando el estado actual. Detenerse en el pasado, en medio del desafío, es un descanso que sólo puede satisfacer a los intelectuales, no a los que sufren. Los que ganen no verán la historia, que ahora es su historia, como producto puro de la voluntad, enfatizarán más bien la "objetividad" del pasado, verán estos "voluntarismos" como excesos románticos, trabajarán "sobre la realidad, como sobre una roca". Toda época crea a sus precursores.

Y si lo que ha triunfado es la verdad y la belleza quizás es bueno que lo hagan, no obstante la verdad y la belleza también serán una reconstrucción, y entonces, más allá de si es bueno o es malo, simplemente es inevitable que conquisten la historia no sólo como presente triunfante, o como futuro esplendor, sino también como pasado promisorio. "Hemos sido esperados", podrán decir los que triunfen. O también, "hemos llegado a la cita al fin, esa que nos reservaban aquellos a los que ahora podemos redimir".

Se opera desde una gruesa mentalidad cartesiana, como si la realidad histórica fuese objetiva y determinada, y nuestro papel no sea sino realizarla.

Los expertos en desarrollo personal, tal como los más inteligentes y los más tontos, sólo pueden pensar en lo real. Difícilmente pueden pensar en lo posible.

Para los que viven los desafíos como no resueltos, el asunto es cómo salir de las metáforas del naufragio, hacia un espacio de creación que invente libremente, que se invente a sí mismo, por mucho que sus materiales provengan, como quizás es inevitable que sea, de esos muchos naufragios previos.


"Inventar" es el verbo de los que se constituyen a través de un desafío y en el plano teórico, lo que hay que hacer no es citar, sino aludir. E inventar lo citado en la alusión.

No hemos sido esperados, no redimimos a nadie, no somos los buenos. Simplemente vamos a crear un estado deseado, y para eso vamos a cambiar el estado actual. Hay un viejo lema, si se me permite la paradoja, que puede resumir esta actitud: "hemos dicho basta y echado a andar"

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