Vivimos una cultura en la que el dolor que genera la pérdida de lo efímero le da sentido a lo deseado y constituye la medida de su valor. Cuanto mayor es el dolor mayor es el valor o sentido de lo perdido.
Una de las maneras de liberarnos del dolor y del sufrimiento que genera el apego al valor o sentido que le asignamos a lo perdido, se produce con la ampliación del entendimiento que muestra que el valor o sentido de todas las cosas que surgen en el curso del vivir humano es un modo cultural de mirar y actuar, y no una propiedad intrínseca de ellas.
Para que la ampliación del entendimiento se produzca en la persona que sufre, debe ampliarse en su campo de reflexión la captación de las coherencias relacionales a las cuales pertenece lo perdido, de modo que le sea aparente a él o ella que lo perdido carece de valor o sentido intrínseco.
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