Entrevistador: Gracias por estar aquí con nosotros. Para
comenzar, cuéntenos un poco sobre su relación con la filosofía y su viaje
académico.
Jorge Orrego Bravo: La filosofía y yo tuvimos un encuentro
sorprendente durante mi primer año universitario. Curiosamente, me enamoré de
la disciplina mientras estudiaba otro tema. Pero retrocediendo un poco, todo
comenzó cuando, tras terminar el colegio, me vi envuelto en experiencias que
transformarían mi perspectiva de vida, como el encuentro con drogas
psicodélicas y un creciente interés en lo místico y espiritual.
Entrevistador: Parece que tuvo una experiencia intensa.
¿Cómo llevó esto a su interacción con la filosofía?
Jorge Orrego Bravo: Bueno, después de esos episodios, me
mudé impulsivamente para estudiar composición musical, pero me di cuenta que no
era mi camino. En cambio, la filosofía, la epistemología y la topología me
llamaban más. Comencé a asistir a clases de filosofía como estudiante libre y
me sumergí en temas como el idealismo alemán, Heidegger y los posmodernos.
Entrevistador: Mencionó algo sobre la psicología y la
confrontación con un modelo académico rígido. ¿Podría expandir sobre eso?
Jorge Orrego Bravo: ¡Ah, sí! Durante mis estudios también
tuve clases de psicología del aprendizaje, una materia muy desafiante basada en
el conductismo. Teníamos un laboratorio con animales, y recuerdo las reacciones
de mis compañeros al ver cómo se trataba a las ratas. Era una experiencia cruda
y confrontante.
Entrevistador: Y a lo largo de todo esto, ¿Cómo se mantuvo
conectado con la filosofía?
Jorge Orrego Bravo: La filosofía se convirtió en un puente
para mí. Integraba todas las escuelas de pensamiento, y siempre me pareció
absurdo que una escuela afirmara tener la verdad absoluta. La filosofía me
proporcionó un espacio para cuestionar y comprender mejor nuestra existencia.
Entrevistador: Ha mencionado experiencias personales
dolorosas y también su tiempo en Suecia. ¿Cómo influyeron estos momentos en su
relación con la filosofía y su bienestar mental?
Jorge Orrego Bravo: La muerte de mi abuela fue devastadora.
Más tarde, cuando me mudé a Suecia, enfrenté no solo el desafío del clima y la
cultura sino también el aislamiento. Sin embargo, el aprendizaje en Suecia,
especialmente en la escuela secundaria de Rinkiby, fue uno de los momentos
académicos más enriquecedores. A pesar de los desafíos, aprendí muchísimo,
tanto académica como personalmente.
Entrevistador: ¿Y cómo manejó sus problemas de salud mental
en ese contexto?
Entrevistado: En un momento, sospeché que tenía TDA-H en
adultos. Pero un psicólogo chileno en la Seguridad Social sueca me diagnosticó
con "la depresión del inmigrante". Fue un momento revelador que me
hizo reflexionar aún más sobre mi identidad y lugar en el mundo.
Entrevistador: Su historia es verdaderamente inspiradora.
Gracias por compartir con nosotros esta amalgama de experiencias, filosofía y
autoconocimiento.